Mi amigo tiene una granja. Como le encanta hacer las cosas a la antigua, no posee ningún equipo mecánico y usa un caballo para arar su campo. Un día, mientras estaba arando, el caballo se desplomó, muerto. En el pueblo todos compadecieron a mi amigo.
- ¡Oh, qué terrible que le haya sucedido eso! -le dijeron.
Él se limitó a contestar:
- Veremos.
Estaba tranquilo y en paz, y admirábamos tanto su actitud que nos pusimos de acuerdo y le regalamos un caballo.Entonces la reacción general fue exclamar:
- ¡Qué hombre de suerte!
Y él dijo:
- Veremos.
Unos días después el caballo, que aún desconocía la granja, saltó una cerca y escapó, y todos exclamaron:
- ¡Oh, pobre hombre!
- Veremos -dijo él de nuevo.
Y lo mismo repitió una semana después, cuando el caballo regresó seguido por una docena de potros sin domar.
Al día siguiente, su hijo salió a pasear a caballo, se cayó y se rompió la pierna.
- ¡Pobre muchacho! -se compadeció todo el pueblo.
Y mi amigo dijo:
- Veremos.
Pocos días después llegó al pueblo el ejército, para reclutar a todos los jóvenes en edad de prestar servicio militar, pero a su hijo lo dejaron porque tenía la pierna rota.
- ¡Vaya chico con suerte! -comentaron los vecinos.
Y mi amigo dijo:
- Veremos.
También nosotros tenemos que aprender a dar un paso atrás, tomar distancia y decir: "Veremos". En vez de juzgar lo que nos sucede en la vida y decir qué es bueno y qué es malo, justo o injusto, debemos reconocer que en sí mismo nada es bueno o malo, y que cualquier cosa puede ayudarnos a entrar nuevamente en armonía con el plan del universo.
*Bernie S. Siegel, Amor, paz y autocuración. Barcelona, Urano, 1990, p.230- ¡Oh, qué terrible que le haya sucedido eso! -le dijeron.
Él se limitó a contestar:
- Veremos.
Estaba tranquilo y en paz, y admirábamos tanto su actitud que nos pusimos de acuerdo y le regalamos un caballo.Entonces la reacción general fue exclamar:
- ¡Qué hombre de suerte!
Y él dijo:
- Veremos.
Unos días después el caballo, que aún desconocía la granja, saltó una cerca y escapó, y todos exclamaron:
- ¡Oh, pobre hombre!
- Veremos -dijo él de nuevo.
Y lo mismo repitió una semana después, cuando el caballo regresó seguido por una docena de potros sin domar.
Al día siguiente, su hijo salió a pasear a caballo, se cayó y se rompió la pierna.
- ¡Pobre muchacho! -se compadeció todo el pueblo.
Y mi amigo dijo:
- Veremos.
Pocos días después llegó al pueblo el ejército, para reclutar a todos los jóvenes en edad de prestar servicio militar, pero a su hijo lo dejaron porque tenía la pierna rota.
- ¡Vaya chico con suerte! -comentaron los vecinos.
Y mi amigo dijo:
- Veremos.
También nosotros tenemos que aprender a dar un paso atrás, tomar distancia y decir: "Veremos". En vez de juzgar lo que nos sucede en la vida y decir qué es bueno y qué es malo, justo o injusto, debemos reconocer que en sí mismo nada es bueno o malo, y que cualquier cosa puede ayudarnos a entrar nuevamente en armonía con el plan del universo.
Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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